Infinito... o como un perro

Cortos Teatrales.. Mayo-Junio 2015. A cargo de Darío Levín en El Bolsón.




Puesta en escena a partir de un fragmento del texto teatral
El privilegio de ser perro
Juan Diego Botto

Diez está tan lejos de infinito como dos. Diez está tan lejos de infinito como dos. Hay frases que parecen estar preñadas de razón y cordura. Frases que parece que se las puede poner bajo un microscopio, analizar científicamente y ver que su estructura es perfecta. La persona que parió esta frase debía ser un señor con barba y una estantería con 12.500 libros. ¡Cuánta precisión! Es incuestionable. Desde siempre el infinito es un tema que me ha fascinado. No sé muy bien por qué. Me parece uno de los conceptos más sorprendentes e inabarcables a los que se puede enfrentar un ser humano. Primero como, no sé, como metáfora. El infinito cualitativo. La noción de lo infinitamente bello, lo infinitamente justo, la creencia en los paraísos prometidos. Ese sueño ancestral del ser humano de llegar a un lugar que se contenga a sí mismo. El infinito como absoluto. Nada, una revolución a tiempo y desaparecen las aristas que se clavan en el corazón de los más débiles y solo queda una rueda que fluye con la precisión de lo justo por naturaleza. (¡Parecía tan fácil!) En cuanto a lo espacial, imagínenlo. Un espacio que contiene un espacio que contiene otro espacio y así sin final. Es prácticamente imposible de visualizar, parece que te va a explotar el cerebro. Está la tierra con su sistema solar, mas allá otros sistemas y galaxias que abarcan la nuestra y otras galaxias que abarcan estas y así ininterrumpidamente. Uno inevitablemente tiende a  pensar en un tope, en un final, en un límite, pero qué. Y si hubiera un tope qué hay más allá del tope. No hay figuras geométricas, no hay nada. El universo no es redondo, ni cuadrado ni rectangular, simplemente es. Lo mismo ocurre con el tiempo. No tiene ni principio ni final. Todo cambia visto desde ese prisma. Qué sentido puede tener medir lo inmedible. Claro que si se cree en Dios, en cualquier Dios, la cosa cambia. Empieza a haber topes, límites para el vértigo. “Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra”; lo realmente tranquilizador de este concepto no es que establece un creador, que también, sino que establece un principio un punto desde donde empezar a contar. Qué sentido tendría contar nuestros años o la historia si viviéramos para siempre. ¿Cuántos años tienes? –6.200.000–. Ah, eres joven todavía. ¿Joven? Joven con respecto a qué si da igual tener 6 que 100 millones de años. El infinito lo iguala todo. Nosotros sabemos que somos finitos, sabemos que todo se acaba, por eso le ponemos números a todo. 10 años 25 años 65años, año 2004, 100km/h, 8 horas de avión, 20 años y un día de cárcel, “¿cuánto dura el espectáculo?”, “hora y media pero te ríes mucho”

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